Los verdaderos moteros saben que existen viajes en los que la velocidad deja de tener importancia, que ya sea por el entorno o por la propia máquina que se pilota, el placer se siente mientras se recorre sin rumbo la piel infinita de la serpiente.

Salir en moto es para muchos un paréntesis del día a día, un pequeño ritual de desconexión con lo cotidiano para conectar con lo que uno de verdad es. En estas salidas el paisaje y el ruido del motor se sincronizan con la respiración y se da paso a la transformación. Para quienes conducen motos permiso A2, es decir, para aquellos que aman el viaje tranquilo, que dé tiempo a la contemplación en movimiento del paisaje que nos envuelve, ese tipo de viajes son los más apropiados.

Más allá de complicarse con rutas complicadas ni franquear pasos de montaña interminables, es preferible recorrer kilómetros cómodamente, sin riesgos, con curvas suaves, buena calidad de asfalto, pueblos pequeños con encanto de gente amable que saluda al verte pasar y miradores ideales para la parada momentánea.

Estas que se presentan a continuación son algunas de esas rutas pensadas para disfrutar y aprender, sin tensiones, sin exigencias extremas, ni temores innecesarios.

Rutas costeras para respirar profundamente el sabor a mar

Los recorridos con el mar como brillante y silencioso acompañante se introducen en la sangre y en los circuitos del motor como si de magia se tratara.

Tossa de Mar – Sant Feliu de Guíxols (Costa Brava)
El magnetismo de la GI-682 es innegable, ya sea por el olor a sal o la compañía del Mediterráneo, como un enorme lienzo azul, o por las curvas, abundantes pero sencillas, amigables.  Una pista ideal para el recorrido tranquilo, con miradores para recrearse y cambiar el sonido del motor por el de las olas chocando contra las rocas, en cierto modo, hermanos.  Perfecta para ir despacio.

Malpica – Muxía (Costa da Morte, Galicia)
Aquí la carretera parece caminar junto al océano, pero sometida a un paisaje que cambia constantemente según la luz. En esta ruta, lo interesante son sus pueblos, su gente amable, el entorno marinero que las enmarca. Un recorrido para detenerse, pedir una ración de pescado fresco y sentir que el tiempo se detiene a placer.

Rutas de montaña donde el motor respira contigo

La montaña enseña a conducir con calma, a la integración con la naturaleza.

Hoyos del Espino – Plataforma de Gredos (Ávila)
Las subidas son suaves inundadas en un penetrante olor a pino en una carretera bastante amplia que invita a moverse con fluidez. Ideal para moteros noveles y ganar confianza. También para aprender a mirar lejos, a anticiparse y para sentir cómo la moto acompaña tus movimientos y, tal vez, tus sentimientos.

En rutas así, una moto equilibrada y cómoda, como la Kawasaki Z650RS, va a responder de forma suave, transmitiendo su habitual seguridad y permitiendo que el piloto se concentre en los detalles de un paisaje que merece otorgarle un ritmo propio.

Potes – Fuente Dé (Picos de Europa)
Este tramo tiene mucho de auténtica magia. Es abrumador observar esas montañas gigantes que te miran, atentas, enviando al piloto aire fresco y presentando un valle que se estira hasta donde alcanza la vista. Es corto, pero la huella es imborrable.

Rutas culturales para viajeros curiosos

Viajar en moto también es llegar a lugares que cuentan historias que merecen ser escuchadas.

Ruta de los Pueblos Blancos (Cádiz – Málaga)
Las casas encaladas brillan bajo el sol susurrando siglos de historia de fuerte arraigo emocional. Arcos de la Frontera, Zahara, Grazalema, Setenil... Cada pueblo merece una parada y un paseo por sus callejuelas. Las carreteras aquí también invitan a un ritmo tranquilo, perfecto para pasear, sentarte en una terraza y mezclarte con la vida del lugar.

Ruta del Románico Palentino (Palencia)
Para los que gustan de la historia, en estos paisajes suaves esperan pequeños tesoros románicos en cada desvío. En estos pueblos las conversaciones merecen prolongarse. Rodar por aquí es sentirse dentro de una postal abierta, dentro de la memoria.

Rutas rurales donde el viaje se vuelve íntimo

La calidez de algunas pistas de las carreteras nacionales también ofrece un buen puñado de motivos para recorrerlas en moto.

La Alpujarra (Granada)
Desde Lanjarón hasta Trevélez, con paradas entre calles estrechas y balcones llenos de flores. Con ríos dominados, guiados, entre las calles de cuestas empinadas, el paisaje se acerca hasta ti, y no al revés.

La Mancha de los Molinos (Ciudad Real – Toledo)
Horizonte amplio, vista sin fin, pueblos tranquilos, rectas que permiten simplemente dejar que la mente se relaje. El tipo de carretera que enseña a escuchar el motor y a disfrutar del silencio, a sumergirte en tus propios pensamientos.

Rutas de fin de semana para desconectar

Solo es necesario buscar para localizar una ruta cercana que merezca ser vivida una y otra vez.

Embalse de Entrepeñas y Buendía (Guadalajara – Cuenca)
Carreteras tranquilas, agua calma, miradores y lugares para comer al aire libre. Una escapada sencilla y muy agradecida.

El Maestrazgo (Teruel)
Paisajes inmensos, pueblos medievales y noches con estrellas nítidas. Perfecto para salir sin reloj.

Planificar ayuda, claro. Elegir puntos de descanso, revisar la presión de los neumáticos, mirar la previsión del tiempo... Llevar una guía de rutas puede ser útil para descubrir desvíos bonitos o lugares donde merece la pena detenerse un momento más.

Pero, al final, el viaje lo construyes tú. Lo hace la manera en la que frenas suave antes de una curva, el saludo motero en mitad de la nada, la parada en un bar pequeño donde te preguntan “¿de dónde vienes?”.

Con una moto apta para el permiso A2, el camino se vive de forma más pausada, más consciente. Y eso, muchas veces, es lo que hace que recuerdes cada kilómetro.